Su alias: "La Maestra"

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Acentos

José Luis Reyna

  • 2012-03-19•Acentos

Tal vez uno de los más famosos alias es el del Chapo que, desde su inverosímil escapatoria en 2001, se ha vuelto una especie de leyenda negra para el gobierno federal. Páginas enteras se llenarían con los alias que tienen todos aquellos que tienden a sobresalir en alguna actividad, ya sea lícita o no.

En México hay alrededor de 1.3 millones de maestros. Algunos buenos otros malos. Afiliados casi todos al SNTE cuya dirigente vitalicia es la señora Elba Esther Gordillo, nacida hace 67 años.

Pero para referirse a ella, con decir La Maestra se sabe de quién se trata. Es su alias. Hay, estrictamente hablando, una sola maestra en este país. Ella es oriunda de Comitán, Chiapas, uno de los estados más pobres del país. Sin embargo, La Maestra fue una persona privilegiada: hija de una maestra de escuela y, por ello, participó desde muy pequeña en las campañas de alfabetización que se llevaban a cabo en su entidad natal. No provenía de los estratos más bajos de la sociedad chiapaneca, sabía leer y escribir y, más importante aún, nació con un talento político que, con el tiempo, lo ha convertido en don.

Se deduce, por los datos curriculares disponibles, que fue siempre un personaje con iniciativa. A los 23 años (en 1970) ingresó al PRI y al SNTE. Este año marca su despegue político. Su afiliación al partido le permitió encontrar los canales de movilidad dentro del sistema político, los que robusteció en el SNTE, donde empezó a destacar por su firmeza y por sus iniciativas. Fue diputada y senadora priista. Luego se convirtió en la secretaria general de este organismo sindical desplazando a otro maestro, Carlos Jonguitud, un experto en las marrullerías políticas que patentó el PRI en sus momentos de “esplendor”: las triquiñuelas, los embustes, la manipulación y la corrupción. La Maestra, su alumna, se encargó de perfeccionarlas.

En 1989, el entonces presidente Salinas quería robustecer su proyecto de modernización y conformar un equipo de trabajo que condujera a México hacia el primer mundo, como solía decir. Encontró que Jonguitud pertenecía a una generación “prehistórica” y descubrió que La Maestra, en ese momento una joven de 44 años, era el personaje idóneo para nombrarla presidenta vitalicia del sindicato más numeroso y, por adición, uno de los más ricos de América Latina. La Maestra se convirtió en su aliada, pero ella tuvo la habilidad para trascender: encontró el método para acomodarse a los vaivenes del poder; pudo serle útil a un presidente pero encontró la forma de serle útil al siguiente sin que ello significara claudicar. Es muy probable que la conjugación de este verbo, en la primera persona del singular, le sea desconocida.

A la par de presidenta vitalicia del SNTE ocupó la secretaría general del PRI, al lado de Roberto Madrazo. Ambos rompieron en 2005 y aunque ella pretendió adueñarse de la presidencia de ese partido, su intento falló lo que no le redujo el enorme poder del que ya gozaba y, en la actualidad, todavía ejerce. El vergonzoso tercer lugar que Madrazo ocupó en la elección presidencial de 2006 no es ajeno al conflicto que sostuvo con La Maestra. Ahí terminó la carrera de ese político.

Hace unos pocos meses, el PRI y La Maestra, quien también posee su propio partido político (Panal) rompieron. Es posible que, como consecuencia de ese distanciamiento, haya quedado un poco desvalida, pero sin duda en este momento está rehaciendo su arsenal para enfrentar la contienda electoral que se avecina: algo trama.

Hace una semana se publicó en el diario español El País (11/III/12) una espléndida entrevista a La Maestra. Luis Prados y Salvador Camarena, más que trasparentar lo que mucho se sabe, y si no se intuye, esbozan un retrato entre líneas que confirma su singularidad: La Maestra, como se narra en el texto, los recibió en su lujosa casa de Polanco en la Ciudad de México. Los entrevistadores no pasaron por alto que en su mansión se encuentra un sofisticado sistema de seguridad (¿a qué le temerá?). Las servilletas de papel tienen grabadas sus iniciales en dorado y, de acuerdo con ellos, se encontraron a una persona “afable, irreductible y seductora”: esos atributos que, con frecuencia, vienen con el poder ilimitado que sirve para encumbrar o aniquilar.

Tajante en sus declaraciones, les espetó a los periodistas que en “el PRI no nace aún lo que debe nacer y no muere lo que debe morir” y que “al PAN le da miedo el poder, (…) no ha acabado de aprender a ejercerlo”. Tal vez sea una mala lectora de discursos y sus conocimientos no sean los de un erudito. Pero en esas dos afirmaciones dibujan una realidad que, con dificultad, se pueden encontrar en los innumerables análisis políticos que a diario se hacen y se publican.

Gilberto Guevara Niebla va más allá de la anécdota frívola y biográfica. Su argumento es que Calderón cedió a La Maestra y a su organización sindical “el 50 por ciento de la facultad constitucional para dirigir la educación pública”: “un duro golpe a los intereses de la nación”. (MILENIO Diario, 16/III/12). Fox y Calderón, sus cómplices, consumaron un extraño maridaje en que La Maestra gana siempre y ellos pierden siempre. Prados y Camarena señalan, además, que la Secretaría de Hacienda retiene las cuotas sindicales de los maestros (alrededor de 10 millones de dólares mensuales) que se depositan en las arcas del sindicato, o sea en la cuenta de La Maestra, sin tener que rendirle cuentas a nadie.

La semana pasada hubo una gran movilización magisterial que ahogó la vialidad de la Ciudad de México. Los maestros no quieren ser evaluados por la SEP (¿miedo a reprobar?), pues las prestaciones de las que disfruta el gremio en su conjunto hacen del liderazgo de La Maestra un eje fundamental para disfrutarlas. No importa si sean disidentes o fieles. Pueden no estar de acuerdo con La Maestra, pero se acogen a sus influencias de ella para mantener privilegios, que en muchos casos no les corresponden: primero la prebenda, segundo la lealtad y tercero la calidad de la educación pésima que el país tiene.

A punto de arrancar las campañas electorales, La Maestra está presente y activa en el escenario político nacional. Puede ser que su poder haya disminuido, pero todavía tiene la capacidad de dar un coletazo que puede dañar a quien ella escoja. Como ella misma lo dice: “Nada me costaría pedir a los profesores que salieran a la calle”. La Maestra está lastimada, lo que la hace más peligrosa. Sin embargo, La Maestra todavía se mueve: habrá que ver qué aspirante presidencial la confronta en la batalla para sacar a la educación pública del profundo bache en que se encuentra. Habrá que ver la destreza del doctor Córdova, nuevo secretario de Educación, en su trato con La Maestra. Ella tiene todavía mucho que ganar y poco que perder.

Su alias: «La Maestra» | Ediciones Impresas Milenio

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